No siempre buscamos una fotografía. A veces, ella nos encuentra a nosotros.

Era un atardecer de finales de agosto de 2023 en una de las playas de la hermosa Isla Cristina . Las vacaciones llegaban a su fin, ya habíamos recogido nuestras cosas y nos alejábamos de la playa. Y yo, con esa melancólica manía que tengo de mirar por última vez aquello que sé que tardaré en volver a ver, me giré… y lo vi.
Ahí estaba: el cielo teñido de una mágica luz azul, salpicado de nubes hermosas, el mar jugando con su pequeño oleaje, y ese chiringuito solitario con sus cálidas luces encendidas. Todo envuelto por una deliciosa bruma, como si el viento, la arena y la luz —natural y artificial— se hubieran puesto de acuerdo para tejer una telaraña invisible de belleza.
Qué suerte tenemos los que amamos la fotografía.
No quedaba nadie. Solo el sonido del mar, la bruma, y esa luz suave que parecía encender un suspiro en medio de tanta melancolía. Fue como si la naturaleza y la mano del hombre se hubieran aliado para regalarme una última imagen antes de marcharme.
No lo pensé. Saqué mi móvil —un Xiaomi Mi 10 Pro—, lo puse en modo Pro, ajusté la velocidad a 1/60, el ISO a 1000, compuse y click. Disparé.
Luego, la edición terminó de hacer la magia.
Esa fue mi despedida de aquél verano.
Un momento. una emoción, un adiós.
Qué suerte tenemos los fotógrafos. Qué hermosa es esa sensación que sentimos cuando, sin buscar nada, de pronto lo vemos todo.
Cuando no buscamos y encontramos
No hagamos fotos por el mero hecho de hacerlas, sencillamente, espérala y cuando algo dentro de ti te avise que llegó: escúchala, respírala y siéntela… para al final… créala… aunque sea con tu móvil.
Y ahora dime tú: ¿alguna vez una imagen te ha elegido a ti?
Cuéntamelo en los comentarios. Me encantaría leerte… y compartir también ese instante contigo.